lunes, 17 de octubre de 2011
Se le iluminaron los ojos. Aquel niño llego a aquella gran carpa con ilusión y ganas de trabajar, con muchas cosas que olvidar, y pocas que le entumecieran, con ganas de cantar y decir que ya no mas, con ganas de gritar, de liberar todo lo ganado, todo lo perdido en las duras batallas del pasado. Aquel niño se sintió un hombre, recordó lo que era un sentimiento y se desgarro las heridas en la jaula de los leones, trasnocho con añejo y una estrella, y acaricio la tez de una nueva sonrisa. El niño prometio volver, prometio volverla a ver. Pero quien sabe si aquel arte con el que enseñaba su sonrisa en el espejo, seria un simple atisbo de la capacidad imaginativa del circo, o si aquella sonrisa, marcaría el inicio del resto de su vida.
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