Qué cuando no te queda mundo para escapar de su sonrisa.
jueves, 27 de octubre de 2011
Capa-razones
Y que me dices de mi fe en sus caderas, del calor de sus rodillas. Qué, del sabor de un cigarro en sus labios, la parálisis de su mundo, y del color de su nariz cuando empieza el invierno. Qué me dices cuando te das cuenta de que ya no puedes escapar; por el olor de su ropa y por todo eso que se esconde detrás de lo que nunca llegará a ser.
lunes, 24 de octubre de 2011
Nuestro eterno colocón.
Aquel día, mientras ella se estiraba revoltosa entre las sábanas de invierno de Ikea, me dí cuenta de todo lo que la odio. La odio por tocarme con sus manos heladas por debajo de la manta en el sofá, y porque siempre me deja escoger película para luego criticarla. La odio por como se le arruga la nariz cuando piensa, y por como recupera lo compostura con la mirada de cualquier extraño. La odio por arrinconarme en sus Domingos como si fueran Sábados, y en cualquier día de la semana como si fuera primavera. Por hacerme reír como a cuando era un niño, por hacerme sentir estúpido, como.. como siempre, porque también la odio por recordármelo.
Por atarme a su cintura con las gomas de mi muñeca, por aquello de su pelo jugando en mi cara. Por ponerme de los nervios, por rechazarme, por apoyarme, por no dejar que me confíe nunca. Por no dejar que me conforme.
La odio por hacerme tan jodidamente feliz.
Por atarme a su cintura con las gomas de mi muñeca, por aquello de su pelo jugando en mi cara. Por ponerme de los nervios, por rechazarme, por apoyarme, por no dejar que me confíe nunca. Por no dejar que me conforme.
La odio por hacerme tan jodidamente feliz.
miércoles, 19 de octubre de 2011
The planet earth turns slowly.
Abrió la puerta con sigilo, como si hacerlo de otra forma hubiera causado un gran estruendo, pero el revuelo de las cervezas de aquel sitio silenció cualquier sonido de las bisagras, oxidadas. Se sentó al fondo, como de costumbre e intentó que su gabardina ocupara el mayor espacio posible del aquel banco de color cahoba. Como siempre, donde siempre, la chica de siempre le trajo su cerveza de siempre. Los ojos de aquella princesa de la barra le habían producido varios desvelos, sus ojos color océano y aquel pelo rizado se enredaba entre sus sueños impidiéndole dormir. Pero lo más curioso de aquel sitio era observar a la gente, a la entrada, en una mesa de ocho, compartiendo risas, varios jóvenes trajeados parecían divertirse tras un largo dia entre números, o complicadas gestiones que se reflejaban en el espejo de su etiqueta de "Maximo dutti"; algo más a la derecha un par de chicas se reían mientras soñaban con enredar sus vidas con alguno de aquellos elegantes tipos. En la esquina derecha de la barra como siempre, aquel tipo; el más intrigante del local, pues aunque era el primero en entrar y el último en irse, sus gestos, su ropa y cualquier seña de identidad, no permitían adivinar nada sobre su personalidad. Y entre la multitud diaria y su triste y monótona vida, encontró algo de luz entre toda aquella oscuridad, en una mesa de dos, y con varias copas, dos jóvenes de sexo opuesto parecían estar disfrutando de la noche como los que más. Parecía que compartieran hasta el más mínimo detalle, cigarrillo, mechero, copa.. pero en la cara de uno de ellos, parecía no compartirse el sentimiento que en la otra cara se reflejaba. ¿Y que pasará? - pensó. Su cabeza envío un mensaje instantáneo y obvio que solo produjo resignación en su cada. "Lo de siempre, la vida"
lunes, 17 de octubre de 2011
Se le iluminaron los ojos. Aquel niño llego a aquella gran carpa con ilusión y ganas de trabajar, con muchas cosas que olvidar, y pocas que le entumecieran, con ganas de cantar y decir que ya no mas, con ganas de gritar, de liberar todo lo ganado, todo lo perdido en las duras batallas del pasado. Aquel niño se sintió un hombre, recordó lo que era un sentimiento y se desgarro las heridas en la jaula de los leones, trasnocho con añejo y una estrella, y acaricio la tez de una nueva sonrisa. El niño prometio volver, prometio volverla a ver. Pero quien sabe si aquel arte con el que enseñaba su sonrisa en el espejo, seria un simple atisbo de la capacidad imaginativa del circo, o si aquella sonrisa, marcaría el inicio del resto de su vida.
domingo, 9 de octubre de 2011
Todo aquello que siempre soñaste.
Parecía estar desfalleciendo cuando se acercó a su oído. "No sufras más" le dijo y entre aquellas sabanas de invierno enterraron los deseos de perder, las ganas de sufrir por algo que sencillamente nunca valió la pena. Y cuando a fin pareció ver aquella luz recordó grandes verdades, verdades como que "Somos una generación de hombres criados por mujeres, preguntandonos si es una mujer lo que realmente necesitamos", verdades como que en Titanic, Di Caprio también entraba en aquella tabla, que los coches no corren tanto como en las películas, ni las camareras son tan fáciles de conquistar. Que no siempre por muy mal que vaya todo, el final es feliz, que no hay banquetes ni perdices, ni fuegos artificiales, ni palabras mágicas para desaparecer cuando piensas "Tierra, trágame". Que no existen princesas, que tu no lo eres ni lo serás nunca, que nunca vestirás de seda ni tendrás una boda como la de la Duquesa, ni siquiera esa boda intima a la orilla de un lago, que desde pequeña tienes la ilusión de conseguir. Que los hijos no son tan perfectos como debieran, y que no somos la mitad de lo que deberíamos ser con lo que nos han dado.
Y entonces, en medio de estás verdades tan obvias, surgió la mayor mentira de la todas, y durante unas horas me dediqué a sudar sangre en sus costuras, intentando derretir su esencia y que no volviera más. Pero su impunidad la hizo inmune, y cada mañana se deslumbra al encender la luz de mi cuarto, como activada por el despertador, y yo solo espero a que algún día, sin aviso previo, desaparezca para siempre, y se lleve con ella toda la chatarra que guardó en mi pecho, cuando decidió usarlo de trastero.
Y entonces, en medio de estás verdades tan obvias, surgió la mayor mentira de la todas, y durante unas horas me dediqué a sudar sangre en sus costuras, intentando derretir su esencia y que no volviera más. Pero su impunidad la hizo inmune, y cada mañana se deslumbra al encender la luz de mi cuarto, como activada por el despertador, y yo solo espero a que algún día, sin aviso previo, desaparezca para siempre, y se lleve con ella toda la chatarra que guardó en mi pecho, cuando decidió usarlo de trastero.
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