Alguien me dijo alguna vez, que si corres tras un sueño siempre tropiezas con tu propia realidad. Traducido a nuestro idioma, esto significaría, que por mucho que te empeñes por conseguir algo, la realidad te va a poner la zancadilla, te va a poner obstáculos hasta que te vea enterrado en el fango de tu propia vida. Y ese fango, se sitúa en la mitad de nuestra pirámide de prioridades.
Dicho esto, y suponiendo que la persona que elegimos para nadar en ese barro, es la persona ideal, llegamos a nuestra realización. Es ahí donde el ser humano da lo mejor de si mismo, le da a esa persona todo su ser, para que lo utilice como quiera.
Eso es para mí el amor, y el mundo gira gracias a tu otra mitad aunque ni siquiera te des cuenta. Como las mariposas mismamente, van por ahí, volando despistadamente, y se ven atraídas por una flor, su par, su alma gemela. Pero como van a saber ellas la gracia de sus actos, como saber que el mundo gira gracias a su flor, y es así, solo por el simple echo de existir. Esa es la grandeza de sus actos. En ese sentido, los insectos no dan una lección de vida, y nos enseñan que el único barómetro que existe es el corazón, y que el invierno debe ser muy duro, para aquel que no ama.
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