sábado, 29 de marzo de 2014

Quería llamaros

Hoy quería llamaros,
para decir que al fin os entiendo, 
que hoy soy un poco más vosotras que yo,
entendiendo,
que aunque a duras penas conseguisteis ser razón en la inconsciencia,
y yo,
que tantas veces dije no a mi cabeza, y predominó lo demas
por fin conseguí verme por dentro.

Entiendo aquello de las despedidas,
y el fatídico instante
en que lo sufiente deja de ser necesario, para pasar lo necesario,
con inmensa rectitud,
a ser más que suficiente.

Me dió por comprender que tampoco yo fui sufiente,
y aunque a veces me creí el mejor,
ahora estoy mejor callado,
que sin mi todo parece más fácil
sin necesidad de pensar en aquello de que lo raro cuando todo va bien,
y la vida sonrie (en un instance de verano permanente),
es que venga el cartero de los problemas,
con su puto inoportunismo puntual a la cita del ánimo quebrado,
de los bolsillos llenos de dudas,
de las fotos en blanco y negro desgarradas por el inevitable paso del tiempo,
a cumplir su cupo semanal de te quieros de porcelana.

Quería llamaros por que por fin ganasteis nuestro duelo,
y pude dejar de lado que me asusta la juventud de la mortalidad,
la pubertad de la libertad,
el amor adulto,
las maduras prioridades,
los desgastados folios en blanco de la vida,
y
pude dejar de lado que no soy nada sin el remite,
sin el cuarto de mitad que me basta,
sin las paredes salpicadas de necesidad sentimental,
sin todos los recuerdos que me torturan en ocasiones.

Quería llamaros por las deudas,
y las cicatrices mal curadas.

Quería llamaros porque os necesito...

y me alegro (no por mi) de que ya no queráis contestarme.

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