A veces sueño que todo se hace muy pequeño, insignificante. Como si nada fuese verdad, como si nada fuera importante.
Sueño que vivo en un país donde la gente es buena y honesta, donde no hace falta fingir que eres alguien que no eres. Donde no hace falta tener trabajos que odias para comprar mierda que no necesitas.
Donde abrirse una cuenta en Suiza no salga rentable, y ser político de más dolores de cabeza que dinero.
Donde Amstrong conserve su huevo, pero al menos no se dope. Donde Iniesta gane el balón de oro, y los techos del Vaticano sean de madera.
Donde se oiga más a los que más bajo cantan, pero dicen más cosas.
Donde el fin del mundo no se convierta en una fiesta, si no en un día para pensar que no falta mucho para que esto estalle.
Donde la depresión del pueblo no vuelva a ocupar páginas y páginas en los nuevos libros de historia.
Que esas páginas no sean una coartada para el miedo de las próximas generaciones, que hablen de una gente que lucho por sus derechos a pesar de todo, que no se resignó a que le quitaran lo que tantas generaciones había costado conseguir, la libertad. Y que esa libertad no nos sirva de excusa para acomodarnos en nuestro sillón y resignarnos a mirar como la clase delincuente se hace con el poder.
Soñé que aprendíamos de nuestros errores..
Que había algo que empezaba a cambiar.