Llegó a la esquina derecha, a la izquierda de su futuro. Miles de gotas de sudor se peleaban por ser las primeras en tocar la lona, tras descender desde sus pobladas y sangrientas cejas.
Miró hacia la esquina contraria mientras el público jadeaba un nombre, que a esas alturas del combate, no pudo reconocer, y en la otra esquina del cuadrilatero, su futuro esperaba, totalmente intacto, con la mirada fija en aquellos enormes focos de luz. Al sonido del gong, tu cerebro respondió con una estrepitosa inyección de azúcar, que le levantó de la banqueta con decisión. Antes de conectar su primer deseo, directo al mentón de su pasado, recordó el instituto, Nuevo México y el Cairo, recordó los guiones de Guy Ritchie, los andares de Halle Berry saliendo de una playa cualquiera, los Lucky Strike en la puerta del Café des deux molins, con la escarcha parisina acariciándole las lágrimas, el monólogo de Jonhy Queen sobre la vida y la droga, y los cangrejos americanos de los ríos de Londres... y como si fuera su último aliento, respirando como le había enseñado el bueno de Jake Tyler, soltó un directo frontal, que noqueó a su pasado.
El público jadeo aquel nombre que él no llegaba a comprender, se levantaron de sus asientos, y algunos le levantaron en hombros. Dejó que los parpados cayeran, y respiró mientras el futuro, inquieto, temía por su integridad, al otro lado de la lona escarlata.
Un nuevo triunfo, y 365 nuevas páginas de sudor, sangre y lágrimas, a la vuelta de la esquina.
...y que se joda el viento.